El Amor Del Calvario [Libro]

Prólogo

Cómo se escribió “Si yo...”

Una tarde, un miembro de la Confraternidad me habló de otra compañera más joven que se había apartado del camino de amor. Ese problema no me dejó dormir, pues en esos casos uno siempre se debe preguntar. “Señor, ¿seré yo? ¿La habré dejado abandonada? ¿Qué conozco del amor del Calvario?” Entonces, me llegaron los “si...” frase por frase, como si los hubiera escuchado de viva voz en mi interior. Tomé un lápiz y los anoté.

A la mañana siguiente los compartí con otras personas, y después con unas cuantas más. Con el tiempo se imprimieron algunas copias en nuestra pequeña imprenta manual, solo para los miembros de la Confraternidad. Ese fue el origen de este libro. La gente lo comenzó a pedir, pero al principio nos negamos. Sentíamos que era demasiado íntimo como para publicarlo. Sin embargo, al final accedimos ante la posibilidad de que este libro le ayudara a alguien a comprender lo que es la vida de amor y cómo vivirla. A simple vista, algunos de los "si" parecen estar relacionados con el orgullo, el egoísmo o la cobardía. Pero al cavar más hondo encontramos que la raíz es una insospechada carencia de amor.

Las páginas de la Parte II no tienen que ser leídas una tras otra. A lo mejor un solo "si" aquí y uno allá le brinden al lector la palabra que necesita. Y si no los lee todos, es posible que la Parte III le resulte de utilidad. En caso de que un verdadero discípulo de Cristo se inquiete con la frase " entonces no conozco nada", que se repite en cada página, debo decirle que este pensamiento me llegó tal cual, y no le quise restar fuerza. Pero aquí, como en todo lugar, la letra mata. Recordemos que el apóstol Pablo estimaba como nada la perdida de todas las cosas, con tal de que él pudiera conocer a Aquel a quien ya conocía. Y si, de repente, el conocimiento fresco de su amor en el Calvario ilumina mi alma, ésta no se detiene a medir lo que antes conocía. Traspasada por esta visión de amor, enternecida y quebrantada, el alma siente que todo lo que alguna vez conoció era nada, menos que nada. Es claro, creo yo, que un libro como este no es para todos, sino para los que han sido llamados a apacentar a las ovejas. Y para algunos de ellos no tendrá palabras porque ya participaron de aquello acerca de lo cual he sido impulsada a escribir.
Amy Carmichael