Prólogo
Hay un gran poder en la oración piadosa: "La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16b)”. Sin duda usted está convencido de eso, ya que está leyendo el prólogo de un libro que busca conducirle al trono de la gracia, allí donde el pueblo de Dios puede recibir misericordia y encontrar la gracia que puede ayudarnos en nuestros tiempos de necesidad (Hebreos 4: 12-16). Uso el pronombre plural (ayudarnos) por su importancia al seguir el patrón establecido por nuestro Señor Jesucristo en respuesta a la petición trascendental de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar" (Lucas 11: 1).
Reflexionemos sobre el amplio alcance y la majestad de lo que se ha conocido con el paso del tiempo como El Padre Nuestro:
• Padre nuestro, que estás en los cielos, (La paternidad de la oración)
• Santificado sea tu nombre. (La prioridad de la oración)
• Venga tu reino. (El programa de la oración)
• Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. (El plan de la oración)
• Danos hoy nuestro pan de cada día. (La provisión de la oración)
• Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. (El perdón de la oración)
• Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal. (La protección de la oración)
• Porque tuyo es el reino, y el poder y la gloria por todos los siglos. Amén.
Considere lo extraño y egoísta que sonaría la oración si fuera de la siguiente forma: "Mi Padre, que estás en el cielo... dame hoy mi pan de cada día. Y perdóname mis deudas, como también he perdonado a mis deudores. Y no me metas en tentación, más líbrame del mal". Aquellos que amamos al Señor no podemos dejar de sentir que las cosas más importantes por las que necesitamos orar van mucho más allá de nosotros mismos, de nuestros deseos, o de nuestra propia voluntad. El Espíritu dentro de nosotros nos obliga a levantar en oración a nuestros hermanos y hermanas en Cristo al mismo tiempo. Este libro busca ayudarnos, como pueblo de Dios, a orar más de esa forma de lo que realmente lo estamos haciendo. Debido a que somos criaturas caídas, luchamos constantemente con una tentación natural de centrarnos en el yo y en las circunstancias inmediatas, en lugar de fijar nuestros corazones y mentes en lo que nuestro Señor dijo que debemos orar. Eso es una de las muchas cosas que hacen de la oración una disciplina tan difícil para la mayoría de nosotros.
He estado predicando desde el púlpito de Grace Community Church por más de cuarenta años. Desde el principio, para mí una de las partes más reverentes y agradables de nuestra adoración pública ha sido el tiempo en que nosotros, como congregación, nos reunimos ante el trono de gracia. En nuestro orden normal durante el servicio de cada domingo, la oración pastoral es inmediatamente precedida por una lectura de las Escrituras, normalmente un capítulo completo o su equivalente. Mis oraciones generalmente hacen eco de las verdades que se destacan en cualquier pasaje de las Escrituras que acabamos de leer juntos.
A lo largo de los años, muchos miembros de mi rebaño me han dicho que la oración pastoral es importante para ellos cada semana. Con el tiempo, he perdido la cuenta del número de personas que han sugerido que deberíamos publicar una colección de oraciones pastorales en forma de libro devocional. Otros proyectos de impresión urgentes no me habían permitido hacer dicha tarea hasta ahora.
Con toda sinceridad, también he estado un tanto vacilante en publicar un libro de oraciones por las diferentes maneras en que los libros de oración pueden ser (y han sido a menudo) mal usados. Estas oraciones no están destinadas a ser recitadas por rito. Y odiaría pensar que alguien diga estas oraciones públicamente de una manera meramente ritualista. Recuerde que Jesús advirtió contra la vana repetición y las llamativas y grandiosas oraciones (Mateo 6: 5-8).
Recuerde también que Jesús, justo después de esta advertencia, dio a sus discípulos la oración prototipo más famosa de todos los tiempos para enseñarles a orar (versículos 9-13). Claramente, hay un lugar correcto y útil para las oraciones modelo; éstas nos ayudan a aprender cómo orar y qué orar; nos animan y nos ayudan en aquellos momentos en que ‘no sabemos orar como conviene’ (Romanos 8:26), y nos ayudan a ordenar nuestros argumentos cuando queremos defender nuestro caso ante el trono de la gracia, pero no podemos encontrar las palabras precisas (Job 23:4).
La oración espontánea puede ser maravillosamente apasionada y expresiva. La mayoría de nuestras oraciones deben ser espontáneas y salir de nuestro corazón, el cual siempre debe estar buscando al Señor. Sin embargo, también hay un lugar legítimo para organizar nuestros pensamientos y planear las palabras que vamos a decir ante el trono de Dios, especialmente cuando la oración es para un tiempo que hemos reservado específicamente para la adoración, ya sea en privado o en medio de una congregación.
Las oraciones compuestas tienen la ventaja de ser más reflexivas, sin rodeos y (cuando se utilizan correctamente) menos repetitivas. Aquí, por ejemplo, hay dos breves y clásicas oraciones escritas por Thomas Cranmer para el primer Libro de Oración Común de la Iglesia de Inglaterra: Padre todopoderoso y misericordioso, hemos errado y perdido tus caminos, como ovejas perdidas. Hemos seguido demasiado los pensamientos y deseos de nuestros propios corazones. Hemos ofendido tus leyes santas. Hemos dejado sin hacer las cosas que deberíamos haber hecho, y hemos hecho lo que no deberíamos haber hecho, y no hay salud en nosotros. Pero Tú, Señor, ten misericordia de nosotros miserables ofensores. ¡Libra a aquellos, oh Dios, que confiesen sus faltas! Restituye a los que están arrepentidos según tus promesas declaradas a la humanidad en Cristo Jesús, nuestro Señor. Y concédenos, oh Padre misericordioso, por amor a tu Hijo, que en el futuro vivamos vidas piadosas, justas y sobrias para la gloria de Tu santo nombre. Amén.
Dios Todopoderoso, ante quien todos los corazones están desnudos, todos los deseos son conocidos y ningún secreto se puede esconder: limpia los pensamientos de nuestros corazones por la inspiración de tu Santo Espíritu, para que te amemos y magnifiquemos dignamente tu santo nombre por Cristo nuestro Señor. Amén.
Note la brevedad y la elegancia simple de esas oraciones. El fraseo es maravillosamente compacto, y muchas de las expresiones son tomadas directamente de las Escrituras. Recuerde también que en el inglés clásico de la versión King James de la Biblia, la oración que Jesús dio a sus discípulos (Mateo 6: 9-13) es de solo cinco frases y comprende 66 palabras. La oración elocuente y la oración interminable son antitéticas.
A pesar de mi preocupación de que los libros de oración puedan ser mal utilizados de una manera que fomente el ritualismo y el formalismo religioso, los evangélicos de hoy parecen estar más tentados por la superficialidad, la autocomplacencia y la falta de oración. Necesitamos orar más; tenemos que pensar con más detenimiento en el contenido de nuestras oraciones, y necesitamos pasar más tiempo preparando nuestros corazones y lenguas para la oración. Con esto en mente es que presento este libro.
Estas oraciones están escritas con la esperanza de que usted las lea y las use como referencia. Las oraciones que encontrará a continuación han sido seleccionadas a lo largo de varios años, y la lectura de la Palabra de Dios que precedió a cada oración también está incluida. Para preparar su corazón, primero lea atentamente el pasaje de las Escrituras y mantenga abierta su Biblia al leer cada oración. Además, he incluido algunos pies de página que dan referencias cruzadas a los versículos claves que se mencionan en las oraciones. Siga el camino de esas referencias cruzadas; creo que ese ejercicio profundizará y aumentará su tiempo de oración.
Al preparar mi oración, a menudo he sido ayudado grandemente con recursos como las oraciones publicadas por Spurgeon y la colección de oraciones puritanas (mi favorita) El valle de la visión. Es posible que usted reconozca algo del vocabulario y algunas frases adaptadas de esas fuentes, y otras más, en este libro. Me he beneficiado mucho al ver cómo los grandes hombres de Dios en generaciones anteriores transmitieron verdad y pasión en un lenguaje simple y pintoresco (el cual ellos usaron independientemente de los matices de expresión que pudieran tener en sus oraciones a través de señales audibles como el volumen, el tono de voz, la inflexión y el énfasis). La lectura de algunas de estas oraciones en formato impreso es en sí una gran lección acerca de cómo orar, y una reprensión sobria para la forma torpe y tacaña en la que algunas veces oramos.
En mis oraciones públicas, siempre he hecho un esfuerzo consciente por no atender a la inclinación de nuestra generación por modismos superficiales, repetitivos y pegajosos. Si las oraciones de este libro lo motivan a orar y le ayudan a ser más expresivo, o le recuerdan que debe ser más reflexivo en su vida de oración, entonces yo sería recompensado abundantemente por mi trabajo. ¡Que usted sea aún más bendecido ricamente por el magnífico Rey que nos invita a Su trono de gracia!
Sinceramente en Cristo,
John MacArthur