Prólogo
Hace algún tiempo en un extraño reino vivía un rey que no podía tener hijos. Por esta razón, él deseaba que los ciudadanos se convirtieran en sus hijos. Las niñas y las mujeres serían princesas. Los niños y los hombres se convertirían en príncipes. Sorprendentemente no todos quisieron ser príncipes o princesas porque esto requería vivir bajo las leyes del rey. A Suzie no le molestaba vivir bajo esas leyes. Ella había escuchado que traían salud y felicidad, y además ella anhelaba ser una princesa.
Cuando cumplió dieciséis años, ya tenía la edad para participar en la ceremonia de "Presentación", así que muy emocionada se preparó para el encuentro. Cuando llegó ese día tan especial, Suzie se paró frente al espejo. Lucía un largo traje blanco con capas de encaje chifón que rodeaban la amplia falda. Su blusa estaba adornada con mangas que colgaban en delgadas capas. "¡Oh, me encanta!" exclamó. Cuidadosamente se colocó sus guantes blancos y se acomodó el mechón de cabello marrón bajo la diadema de oro y diamantes. Con un profundo suspiro ella pensó: no olvides inclinarte cuando subas al trono.
Aunque no conocía al rey cara a cara, ella lo había visto de lejos cuando montaba en su blanco corcel por el reino. Parecía ser caballeroso y bondadoso, aunque era conocido por su estricta disciplina. Sí, estoy asustada, ella lo reconocía, quiero que todo salga bien cuando esté ante su presencia. Una vez que sea adoptada, tendré todo el poder que necesito para vivir como un miembro de la familia real. De repente, un oficial de la corte entró en el cuarto diciendo: “Suzie, estamos listos”. Una vez más alisó los volantes de su vestido y se dirigió a la puerta que conducía hacia el trono del rey. Cuando el portero giró la manecilla de oro y la abrió de par en par, ella avanzó, ansiosa por encontrarse con su nuevo padre, el rey.
La mayoría de nosotras alguna vez ha soñado con ser una princesa. Tal vez hasta te hayas colocado una tiara, aunque sea en Halloween, y hayas soñado con el día en el que tu príncipe encantado caiga rendido a tus pies. ¿Será que Dios puso estos deseos dentro de nosotras para que anhelemos esta clase de vida? Después de todo, Dios es el Rey del Universo y, por lo tanto, los cristianos pueden pensar de sí mismos como si fueran princesas y príncipes, herederos del reino eterno.
Siendo yo una princesa que está aprendiendo a vivir bajo el poder de estos privilegios, deseo compartir de una manera muy práctica, ocho características de una vida dirigida por Dios que pueden llegar a ser parte de tu vida diaria. Cada parte está compuesta de tres secciones. La primera sección destaca a una mujer moderna, que se encuentra luchando en un área específica de su vida y avanzando poco a poco hacia la victoria. Esta refleja rasgos de mujeres que he conocido y también un poco de mí misma. En la segunda sección me enfoco en una mujer de la Biblia que personifica un rasgo de carácter específico. Puede ser que ella esté luchando con este aspecto de su vida, y de una u otra forma podemos aprender de su historia para crecer. Finalmente, la tercera presenta ideas bíblicas prácticas para ayudarte a incorporar en tu vida la herencia de Dios, como hija del Rey.
A medida que crecí, soñé con ser una princesa y vivir con autoridad y poder. Jugaba a hacer este sueño realidad en el patio de nuestro vecino. Desde la casa en el árbol de Dwayne se veía un patio sucio donde los pollos escarbaban la tierra. Cuando jugábamos, casi siempre yo era una princesa o Lady Marian y él era el príncipe encantado o Robin Hood. Algunas veces cubría nuestros hombros con toallas como si fueran capas y colocaba coronas de ramas alrededor de nuestras cabezas. Era tan solo un pasatiempo y no creíamos que realmente éramos esos personajes, pero muy en el fondo yo anhelaba una vida que tuviera propósito y poder. Años más tarde, creí en Jesucristo como mi Salvador y Señor, y empecé a aprender cómo apropiarme de los derechos que Dios me había dado como miembro del cuerpo de Cristo. Ven conmigo y exploremos cómo podemos vivir como princesas en la corte real de Dios. Mi deseo es que crezcas para ser la mujer piadosa que Dios quiere que seas. Mi oración es que se cumpla en tu vida lo que está escrito en Filemón 1:6: “Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos", Nueva Versión Internacional, (NVI).