Fue Spurgeon, el "príncipe de los predicadores" , quien dijo que las anécdotas son las ventanas de un sermón. Y no le faltaba razón -, kas anécdotas e ilustraciones hacen en un discurso la misma función que las aberturas en un edificio: Ayudan a introducir la luz de una argumento, incluso en las verdades más sencillas, aquellas para las cuales las ideas abstractas resultan pesadas e incomprensibles. Y es que una ilustración de la vida real adecuada al tema, contada con suficiente gracia y en el momento oportuno, no tan sólo hace más comprensible aquellas verdades espirituales difíciles de comunicar, sino que además sirve para recuperar la atención del auditorio.