Con demasiada frecuencia el culto de niños se asemeja más a un circo que a una iglesia. Hay considerable movimiento y actividad; pero cuando los niños pasan al culto de los adultos, puede ser para ellos como un desencanto cultural. Ya no hay títeres ni premios, y no saben cómo será el programa ni lo que se espera de ellos. Con mucha pericia el autor, especialista en ministerio de niños, da ideas de cómo preparar a los niños para el culto de los adultos.