Prólogo
Cuando estuvimos bajo la esclavitud del pecado, aceptamos con naturalidad que todo lo pecaminoso es satánico, pero ¿también creemos que las cosas del mundo son satánicas? Creo que muchos de nosotros aún dudamos de esto. Sin embargo, la Escritura nos afirma que “…el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). En términos generales, Satanás bien sabe que es vano e inútil procurar encadenar a los verdaderos creyentes por medio de aquello que es positivo pero pecaminoso, pues se darán cuenta del peligro y lo eludirán. Debido a esto, ha ingeniado una red seductora, tan hábilmente confeccionada, que atrapa hasta los hombres más inocentes. Huimos de los deseos de la carne y hacemos bien, pero cuando se trata de asuntos tan inofensivos como la ciencia, el arte y la educación, ¡con qué facilidad perdemos nuestro sentido de los valores y caemos presa bajo su seducción!
No obstante, la sentencia de juicio de nuestro Señor implica claramente que todo cuanto constituye “el mundo” está en desacuerdo con el propósito de Dios. Sus palabras: “Ahora es el juicio de este mundo…” (Juan 2:31), implican de manera visible la condenación de todo cuanto está compuesto el cosmos (del griego κόσμος, kosmos) y no se habrían pronunciado si en realidad no estuviese en forma radical la maldad presente en él. Más aún, cuando Jesús prosigue diciendo: “…ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”, no está haciendo énfasis en una relación exclusiva e íntima entre Satanás y el sistema que rige al mundo, sino del hecho de que su condenación está ligada con la suya. ¿Reconocemos que Satanás es hoy el príncipe de las ciencias, la educación, el arte, la cultura y que éstas, con él, están condenadas? ¿Somos conscientes que el maligno es el gobernador de todas las cosas que forman parte del sistema mundial?
Cuando oímos mencionar acerca de un salón de baile o un club nocturno, nuestra reacción inmediata como creyentes es de desaprobación. Para nosotros, esto forma parte “del mundo”. Sin embargo, si escuchamos discusiones sobre temas de medicina o servicio social, quizá no reaccionemos, e incluso aprobemos y hasta lleguemos a brindar nuestra ayuda entusiasta. Podemos ver que entre estos dos extremos existe un sinnúmero de cosas que varían e influyen grandemente para bien o mal, entre los cuales no podríamos ponernos de acuerdo sobre dónde trazar una línea que divida estas situaciones. No obstante, debemos enfrentar el hecho de que el juicio ya ha sido pronunciado por Dios, no sobre algunos hechos o cosas que pertenecen a este mundo, sino sobre todas ellas de manera imparcial.