Prólogo
Fue Eugene Peterson en su libro "Working the Angles" (1987) quien me invitó a pensar responsablemente sobre el ministerio pastoral desde su lectura de la condición pastoral norteamericana en la década de los 80. En su aporte, Peterson acusa su preocupación por el abandono del púlpito de la pastoral evangélica. No se refería como tal al abandono de las iglesias para dedicarse a algo más, sino al abandono de su propio llamado y vocación pastoral. Mencionaba que los pastores se han ido en pos de otros dioses sin dejar necesariamente sus hábitos u oficio pastoral. El tema es que creen seguir siendo profetas pero lejos de la presencia de Dios.
En mis frecuentes visitas a las Iglesias de Latinoamérica y en los Estados Unidos, me da la impresión de que la pastoral ha sufrido una transformación, y han pasado de ser pastores a ser más bien un grupo de vendedores que maneja un quiosco de diarios o de golosinas. Los quioscos son las iglesias donde hacemos nuestro "negocio". Nos preocupa cómo mantener a nuestros clientes felices, cómo retener a los clientes miembros para no perderlos en la competencia que está en la otra cuadra o calle, y nos preocupa cómo empacar la mercadería para que nuestros clientes dejen más dinero.
Es difícil pensar en tiempos más desafiantes que los que nos toca vivir hoy. Nos enfrentamos a un mundo que, en medio de la incertidumbre y desesperanza no renuncia a su actitud triunfalista, autosuficiente y de soberbia. Lamentablemente, no son las disciplinas espirituales las que caracterizan a la pastoral contemporánea. Nos hemos alejado de una vida piadosa, profundamente espiritual, austera y de servicio, para acercarnos a modelos pastorales fundamentados más bien en los estilos de liderazgo empresariales, pragmáticos y exitistas.
Es claro que hoy hemos cambiado la devoción por la acción. El pragmatismo, que es el padre del activismo, asume que lo único real es lo visible y en movimiento, ya que es lo único que produce resultados visibles. Hoy en día da la impresión de que la pastoral evangélica ha optado por lo intrascendente y ha dejado de hacer las cosas que Dios quiere que hagamos para ocuparse en asuntos muchas veces irrelevantes a la misión de Dios y al mandato de Cristo. Nos hacemos intrascendentes al no responder a la agenda de Dios para ocuparnos en nuestros propios programas que responden más bien a buscar nuestra satisfacción, protección e intereses personales. Lo intrascendente conduce a la pastoral a concentrase en lo irrelevante, perdiendo así de vista los grandes retos, las grandes causas que honran en nombre de Dios. Lo intrascendente nos desliza hacia la irrelevancia y la irrelevancia nos torna irreverentes.
Otra seducción en la pastoral hoy en día es la autosuficiencia, esto implica una tendencia a pensar en una misión sin unción; una misión sobre dependencia de los recursos las ciencias sociales y una mínima dependencia del poder los recursos que solo Dios puede otorgar. Por otro lado, la pastoral enfrenta un gran desafío al no poder responder con propiedad a una variedad compleja de situaciones y problemas internos y externos, problemas individuales, de salud, matrimoniales, de familia, sociales, estructurales, de su entorno, de gobierno, económicos, espirituales, físicos, emocionales, por mencionar algunos, que lo enfrentan a diario en busca de soluciones concretas, haciéndolo sentir impotente y vulnerable.
Se percibe que la pastoral se ha olvidado que es de "carne y hueso" y vive una vida al máximo, sin los márgenes necesarios, hasta el punto de padecer todo tipo de males físicos, psico-emocionales y espirituales. Hoy la pastoral sufre de soledad, depresión, aislamiento. Siente que da mucho más de lo que recibe y no logra disfrutar las cosas más simples de la vida. Tiende a descuidar su relación con su pareja, con sus hijos y sus amigos. Vive una vida sedentaria, desordenada y desequilibrada. En resumen, en la pastoral contemporánea observamos un claro déficit formativo, comunicacional, de relevancia y una exagerada dependencia en las técnicas administrativas.
Usted como lector puede estar pensando "que lectura más negativa del ministerio pastoral"; sin embargo, al ver las estadísticas que nos presenta el autor de esta obra, abrimos nuestros ojos a una realidad que al parecer es más común de lo que nos gustaría pensar. Alfonso Guevara nos presenta una cruda realidad fundamentada en estadísticas y datos alarmantes. Estos exigen correcciones inmediatas si deseamos desarrollar una pastoral saludable que se desprenda de un verdadero discipulado cristiano. El autor nos escribe con una transparencia total descubriendo cara a cara los aspectos que han venido afectando la tarea pastoral hoy en día. Nos abre las Escrituras para retarnos a revisar nuestra persona, nuestro llamado y nuestro oficio pastoral. Nos invita a dar una nueva mirada a nuestra vocación con la firme intención de crecer con intencionalidad y así responder con propiedad al llamado de Jesús. Bien exhorta Pablo a los corintios para que no "demos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado, antes Bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias..." (2 Corintios 6:34). Obispo David E. Ramírez, D. Min. Director Ejecutivo de la Iglesia de Dios Latinoamericana.