Prólogo
Muchas veces, los seres humanos nos comportamos de una forma que a nosotros mismos nos sorprende, nos desconcierta. Cuando se es cristiano, y máxime cuando se ha sido desde la niñez, uno siempre se pregunta, ¿por qué me sucede esto? ¿Por qué siento esto o aquello? ¿Por qué si se supone que soy hijo de Dios, he caído en este pecado, y mayormente en pecados de índole sexual? Al leer este libro, escrito de manera escueta, clara y acertada, comprendí lo intrincado y la profundidad de la mente humana, y como en ella se encuentran acumuladas todas las experiencias y aún la información genética de generaciones anteriores, que a lo largo de la vida rodean a una persona afectando en gran parte su comportamiento. Con la ayuda del Espíritu Santo, pude descubrir increíbles verdades, ocultas por el paso de los años en lo más recóndito de mí ser interior, y desenmascarar al pecado que moraba en mí de manera irrestricta, pavoneándose orondo, sin control a pesar de la Ley y la Gracia. Fue Dios, quien en Su infinita misericordia permitió que este libro llegara a nuestro escritorio, como "un manuscrito más, a la espera del turno para ser leído y quizás dejado a un lado"; pero al leer tan solo unas líneas nos mostró la importancia de ponerlo en manos de todos Sus hijos, para ayudarnos de esta manera, a entender al hombre viejo, a la naturaleza pecaminosa que se alimenta y se nutre de los desatinos, que muchos de los adultos cometemos con nuestros hijos en sus etapas de crecimiento, y que debido a nuestra falta de observación, de preparación y de conocimiento, dejamos pasar de largo sin darnos cuenta, cuanto afectan sus corazones y sus actitudes frente al pecado. Leerlo, no solo será un deleite, sino un deber para el cristiano que quiera, en primer lugar, rendir todo su ser a Cristo, comprender las raíces de su pecado, su naturaleza carnal -con mayor claridad y bases bíblicas-, y dejar de obedecer a la concupiscencia, restaurando en él la imagen de Cristo para poder ayudar a restaurarla en otros.