Prólogo
La esencia de la vida cristiana es amar a nuestro Señor Jesucristo. Si usted es cristiano, ama a Cristo. Infortunadamente, la intensidad de su amor está sujeta a varios niveles de fluctuación. Se requiere un compromiso firme de nuestra parte para poder amar a Jesús con todo el corazón, con toda el alma, la mente y las fuerzas. Quizá no existe una mejor ilustración de la forma en que la intensidad del amor a Dios puede disminuir, que lo acontecido a la iglesia de Éfeso, a la cual Jesús le dijo: "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor, (Apocalipsis 2:4). La enfermedad que afectaba a esa congregación es la misma que golpea a muchas iglesias contemporáneas. En lugar de cultivar una relación íntima y profunda con Cristo, muchos creyentes optan por ignorarlo; se convierten en víctimas de la cultura y se dedican a propósitos mundanos y vacíos. Estoy tan interesado en que el amor por Cristo no se enfrié en las vidas de los creyentes que en repetidas oportunidades a lo largo de mi ministerio en la iglesia Grace Community, he predicado mensajes de advertencia tomando como fundamento Apocalipsis 2:1-7. Este texto enseña de forma muy directa el peligro de que nos ocupemos tanto en actividades para Cristo que olvidemos la necesidad de mantener una relación amorosa y vibrante con el Señor.
La iglesia de Éfeso tuvo un gran comienzo. El Apóstol Pablo invirtió tres años de su vida enseñándoles a los creyentes efesios todo el consejo de Dios (observe Hechos 20:27, 31). Nuestro Señor incluso elogió a los miembros de esa iglesia por su servicio: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia, y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado... Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:2-5).
La iglesia de Éfeso era un grupo de personas esforzadas y perseverantes en medio de la dificultad; habían hecho de la santidad y la justicia su estilo de vida. Puesto que tenían una doctrina sólida, reconocían a los falsos apóstoles y evitaban la influencia de esos hombres. A pesar de su éxito, fallaron en el asunto más importante: abandonaron su primer amor. Su pasión y fervor se enfriaron y su vida cristiana se volvió un asunto ortodoxo y mecánico. Servían a Dios sin amarlo profundamente. Todo lo que hacían se había convertido en algo automático. Creían y hacían todo lo que era correcto pero lo hacían con frialdad.
Al igual que los creyentes de Éfeso, Israel había sido una nación santa para el Señor desde su inicio. Dios le dijo al pueblo: "Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada" (Jeremías 2:2). Pero luego les dijo: "¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos?" (vr. 5).
La luna de miel en Israel llegó a su fin; lo mismo sucedió en Éfeso. Cuando el amor se enfría nace la apatía espiritual, la cual luego se convierte en amor por el mundo, en tomar el mal a la ligera, al igual que en corrupción, muerte y finalmente, juicio. Imagínese cuán abrumado se sentiría usted si repentinamente su cónyuge le informara que ya no lo ama, pero tuviese la intención de seguir viviendo y durmiendo a su lado sin que cambie absolutamente nada. De igual forma, sería absurdo que usted le dijera al Señor que ya no lo ama como antes pero que tiene la intención de seguir asistiendo a la iglesia para servirle, cantarle y adorarlo. Quiero decirles que muchos de nosotros hacemos exactamente eso, aunque no somos conscientes de dicha realidad. Ese es el peligro que hay en la apatía espiritual. El apóstol Pablo nunca olvidó la importancia que representaba su relación con Cristo. "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Filipenses 3:7-8). Su pasión era conocer a Cristo; en su vida nada era tan importante ni producía tanta devoción como Cristo, ni siquiera su herencia hebrea. Irónicamente, Pablo quería generar el mismo amor y devoción en los creyentes efesios; por eso les recordó lo que ya poseían en Cristo (capítulo 1 de Efesios). No podemos aseverar con certeza cuál era el nivel de dependencia en Cristo que estos creyentes tenían pero, al parecer, no era suficiente porque nuestro Señor tuvo que ordenarles que "recordaran de dónde habían caído" (Apocalipsis 2:5). Había crecido una nueva generación de cristianos en Éfeso que se aferraba a su fuerte tradición pero no poseía un intenso amor por el Señor. Incluso es posible que algunos de los que asistían a la iglesia no fueran creyentes. El famoso Puritano Thomas Vincent describió lo que sucede cuando carecemos de amor por Cristo:
“La vida cristiana en esencia consiste en nuestro amor por Cristo. Cuando no amamos al Señor, carecemos de vida espiritual y nos asemejamos a un cadáver, el cual no tiene alma ni posee vida natural. La fe sin amor a Cristo es una fe muerta y un cristiano sin amor a Cristo es un cristiano muerto, muerto en delitos y pecados. Cuando no amamos al Señor, podemos poseer el título de cristianos, pero carecemos totalmente de aquello que nos hacer realmente cristianos. Incluso podemos tener apariencia de piedad, pero carecemos totalmente de poder”. Que esto no nos pase a nosotros.