Prólogo
Por Robin Brown DeMurga, hija de Steve Brown (Autor y fundador de ‘Key Life Network’).
Aunque no existe un padre perfecto y solamente Dios puede cumplir con ese rol, las hijas necesitan a sus padres terrenales… desesperadamente. Tal vez no pienses de ti de esta manera, pero tú eres el regalo de Dios para tu hija. Es claro que deseas ser el mejor padre y amar a tu hija (después de todo escogiste este libro, ¿verdad?).
Mi padre hizo lo mejor que pudo. Eso es todo lo que podemos hacer mientras caminamos por la vida. Por supuesto que tú deseas ser un mejor papá, pero siempre te vas a quedar corto y te sentirás un poco culpable cuando tus hijos ‘perfectos’ no resulten ser tan ‘perfectos’. Afortunadamente la gracia de Dios siempre cubre nuestras faltas.
Mi vida como hija de un predicador fue difícil. ¿Qué niño puede competir con Dios y con la obra de Dios? Papá fue, la mayor parte del tiempo, un padre ausente... y él sería el primero en admitirlo. Hace pocos años llegamos a un acuerdo en nuestra relación papá-hija y tuvimos conversaciones maravillosas en las cuales no hubo lugar a lamentos, sino por el contrario, expresamos un nuevo aprecio por la fidelidad de Dios, perdón y nuestras propias limitaciones humanas. No hay nada como el tiempo y la madurez —todo por la gracia de Dios— para permitirnos finalmente ver a nuestros padres en sus luchas como los seres humanos que fueron y aún son. Y en el caso de mi papá, el trabajar juntos en Key Life Network nos ha forzado, literalmente, a la sanidad, reconciliación y crecimiento.
Los recuerdos que tengo de papá en mis años de crecimiento son fuertes y llenos de afecto. Por ejemplo, una cita padre-hija con galletas con chispitas de chocolate y helado de chocolate (¡aún me parece una comida grandiosa!). Como adolescente recuerdo cantidades de portazos en mi habitación y mi papá furioso y frustrado, pero totalmente controlado al otro lado de la puerta. Cuando nos trasladamos por primera vez de Miami a Boston, papá trató de partir un coco utilizando varias herramientas (finalmente lo logró con un martillo y un clavo). Papá defendiéndome de una profesora de inglés en la Secundaria (¡yo estaba tan avergonzada!). Y cuando tenía cinco años, con la presión de mi mamá y solamente después de haber pasado lo que parecía un mini quiz de teología (él pensaba que una niña tan joven no podía comprender la salvación), papá amorosamente me guió hacia una relación con Jesús… sentada en mi cama con mis manos recogidas y orando con él.
A pesar de las faltas de mi papá, mi hermana y yo nunca dudamos de su amor incondicional por nosotras. Nos decía con frecuencia y repetidamente cuánto nos amaba y lo orgulloso que estaba de nosotras. También se disculpaba cuando estaba equivocado o si actuaba de forma negligente (aún hoy en día lo hace). Y ahora que papá y yo somos mayores y mis años de crecimiento quedaron atrás, Dios me ha dado una nueva perspectiva en cuanto a lo mucho que mi padre contribuyó a mi vida. Mientras leía el libro que tienes en tus manos, 52 Cosas que las Hijas Necesitan de sus Papás de Jay Payleitner, movía la cabeza una y otra vez mientras reía y lloraba. En este libro encontrarás sugerencias firmes (prácticas, mucha locura y varias ideas nue¬vas y sorprendentes) para ser el mejor padre.
Joseph Addison