Prólogo
Aunque Dios está en todas partes, se nos invita a, "acercarnos" más para desarrollar nuestra confianza en El, disfrutar de su compañía y experimentar su presencia. A menudo la Biblia muestra a Dios como alguien que está, más cerca de unos que de otros; a veces El tiende sus manos) y otras esconde su rostro. Es posible que hayamos vivido ambas experiencias. El salmista, queriéndonos contar cómo era la relación que Moisés tuvo con Dios, escribió: Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras (Sal. 103:7). Mientras la gran mayoría de los israelitas vio sólo las obras externas de Dios. Moisés vio su carácter, belleza fidelidad. Jamás una persona en la tierra ha disfrutado la estrecha relación que Moisés tuvo con Dios. Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero... (Ex 33:11). Nadie ha pasado más tiempo con Dios; ni lo ha entendido mejor. ,' Moisés nació en una época oscura de la historia hebrea. Un cruel faraón ascendió al trono y obligó a los israelitas a ser esclavos elaborando los ladrillos que eran utilizados en la construcción de grandes ciudades. Pero una labor tan dura no los aniquiló como él esperaba. Entre más los perseguía, más se "multiplicaban y crecían" (Ex.1:12).
Entonces Faraón ordenó a las parteras dar muerte a todos los niños que nacieran. Nombró dos mujeres, Sifra y Fúa, para que supervisaran un trabajo organizado que garantizaría el asesinato de todos los niños varones en el momento de nacer. Pero a pesar de esto, dichas parteras no cumplieron las órdenes de Faraón: Y las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas (Ex. 1:19). Esto pudo haber sido parcialmente cierto y parcialmente falso. Aunque Dios no aprueba la mentira, aquellas mujeres fueron, bendecidas por El, debido a que se negaron a obedecer al malvado rey.
Frustrado, Faraón decretó que los egipcios mismos arrojaran los hijos varones de los hebreos al río. La Biblia no nos dice que esto haya sucedido, pero es posible que sí. Imagínese el llanto, el dolor y el terror que soportaron los israelitas en Egipto! No obstante, Dios no había olvidado a su pueblo. Un hombre llamado Ararn, y su esposa Jocabed, tenían dos hijos, pero cuando les nació el tercero se vieron confrontados con el cruel edicto de Faraón. Escondieron al niño durante tres meses, pero conscientes de que si un egipcio lo oía llorar podría ser arrojado al río. Sus padres colocaron al niño dentro de una pequeña cesta y cuidadosamente la dejaron a la orilla del Nilo. Ahí estaba en el río tal como lo ordenaba el rey.
Es probable que Hatshepsut, la famosa hija de Thutmose I, quien gobernó de 1525 a 1512 a.C, fue quien descubrió al bebé Moisés en la cesta de junco y brea. Dios unió dos circunstancias mediante un encuentro providencial: Un bebé que lloraba, y el corazón de una mujer. Para la princesa una cosa era haberse enterado del decreto porque vivía en el palacio, y otra muy distinta, la realidad de oír llorar a un niño y contemplar el horror de hacerlo ahogar. María, hermana de Moisés, quien se encontraba cerca de la arquilla sugirió que era necesario buscar una nodriza para el niño. La princesa estuvo de acuerdo, y por supuesto, María buscó a su propia madre Jocabed para que cuidara al pequeño. Este chico, común y corriente, se convertiría en el eslabón de una larga cadena de acontecimientos que con el paso del tiempo conducirían a la liberación del país. Quizá los israelitas pensaron que Dios los había olvidado; sin embargo, su poderosa mano estaba organizando un plan que se llevaría a cabo a su tiempo. Más adelante, Moisés fue llevado a la corte y adoptado por la hija de Faraón. En lo que tiene que ser uno de los mayores ejemplos de la providencia divina, el mismo hombre que algún día liberaría a Israel de la mano del cruel Faraón, fue educado por la realeza egipcia. Más tarde, después de 40 deprimentes años en el desierto, regresó para convertirse en, quizá, uno de los más grandes líderes que el mundo haya conocido. Oí decir que bajo la nieve de enero Dios ya está obrando en los capullos de las flores y las raíces de los árboles, preparándolos para el calor de mayo y junio.
Dios estaba obrando aún en los momentos cuando los egipcios padecían bajo la mano cruel de un rey vengativo. La mano de Dios se hizo visible a su tiempo. Moisés nos tiene un mensaje: La única pasión motivadora debe ser acercarnos cada vez más a Dios. Su interacción con nosotros es personal, a largo plazo, y transformadora. Nuestros errores, fracasos y éxitos nos, ayudan a acercarnos más a Él, conocerlo mejor, y andar en su presencia con paso más firme. Podríamos sentir envidia de Moisés porque habló: ...cara a cara con Dios, pero tenemos el mismo privilegio. No tenemos que escondernos en una cueva para ver pasar su gloria, porque en Cristo estamos en la presencia del Todopoderoso "visible", hablándole directamente. En la época de la gracia, los privilegios de Moisés pasan a ser los mismos del cristiano más humilde. En este libro, Acercándose cada vez más a Dios, intento comenzar en el punto donde nos encontramos todos, y mediante la experiencia de otro, avanzar hacia donde debemos estar. Dios nos invita a acercarnos, a llegar hasta su trono y hablarle como lo hizo Moisés. Si este libro contribuye a despertar un mayor deseo por conocer al Todopoderoso, habrá logrado su propósito. Demos pasos gigantescos en dirección a Dios.