Prólogo
Algunos escritores se meten en sus guaridas para componer, depurar y luego presentar al mundo palabras refinadas. Pero hay otros como yo que comparten sus nuevas ideas con cualquier candidato que desee escuchar: colegas al otro lado del pasillo, alumnos en clase, amigos por correo electrónico o vecinos que salen a pasear a sus perros. En consecuencia, la lista de personas a quienes quiero agradecer es larga. Por cierto, sus reacciones a mis comentarios abruptos han sido llenas de sabiduría.
He presentado muchas de las ideas de este libro en la Universidad de Westmont en numerosas clases de ética. Gracias a mis alumnos por su atención y buen consejo. Mis colegas de Westmont me han dado el privilegio de tener una de las más grandes bendiciones de la vida académica: conversaciones estimulantes y joviales. Agradezco los discursos de Mark Nelson, Jim Taylor, Ben Patterson, Bruce Fisk, Deborah Dunn, Lesa Stern y Omedi Ochieng. Con gran amor, muchos alumnos invirtieron tinta roja a favor de este libro. Muchas gracias a Emily Harms, Laurel Myers, Jon Saur, Jasmine Steller, Brittney Brown, Bethany Sie, Jessica Conrad, Maddy Weiss, Nancy Shieh, Alison Trowbridge y Rachel Fasig. ¡Estoy seguro que me faltaron algunos más!
Otros lectores como Tim Eaton, Richard Curtis, Donna Speer y Charlotte DeVries, añadieron su consejo sabio. Laura Wilson ha sido mi secretaria por más de dos décadas y fue quien digitó y criticó esta obra con muy buenos resultados. Agradezco especialmente a tres personas que leyeron todo el manuscrito con ojos de águila; Matt Smith, Emily Minor y June Michealson. ¡Sus esfuerzos reformaron el libro!
Estoy agradecido con los miembros de la Iglesia del Pacto Montecito, que me animaron e hicieron preguntas profundas que “tenían que ser respondidas”. Además, Kirk y Bonnie Steele prestaron amablemente su casa en el desierto para que yo pudiera realizar retiros anuales para escribir. Gracias también a mi viejo y querido amigo Ken Kornelis que me acompañó. Tu mente aguza la mía y lo ha hecho por cuarenta años.
Tim Beals de Comunicaciones Credo y Cindy Bunch de InterVarsity Press han mantenido vivo el proceso por medio de su ánimo y aptitud. Y, sobre todo, agradezco a mi familia, que preguntó, alentó y bromeó con amor. Un suspiro de corazón con mucho cariño a mis hijas Laura, Hannah y Emily (y su reciente prometido, Tim Stewart). ¿Y cuántas cosas buenas no podría decir de mi amada? Janet, querida, tu carácter prueba cada día más que me casé para bien. ¿Cómo lo habría logrado sin ti?