Prólogo
EL CÓNYUGE INCRÉDULO
El Jurado difícil de Convencer
En una corte de justicia los testigos dan fe de lo que han visto y experimentado personalmente. Su testimonio puede cambiar totalmente el resultado del juicio. En Hechos 1:8 Jesús dijo a sus seguidores: “y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Desde entonces, y por más de dos mil años, el privilegio de los creyentes ha sido testificar a los demás acerca de la gracia salvadora de Cristo y el amor que cambia vidas. Recuerde, en una corte de justicia la evidencia más contundente es la de los testigos oculares.
Como creyente, usted debe ser un testigo de Dios a todos los que le rodean, pero su principal campo de acción podría ser dentro de su hogar. Es posible que no tenga que salir de su casa para testificar de su fe. Su mayor desafío podría ser testificar... a su cónyuge incrédulo. “Y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8).
FAMILIAS DE UN SOLO PADRE
Al éxito con Dios como líder
Ella negaba que su esposo se hubiera alejado; quizá sólo estaba enojado por algo. Pero ya se le pasaría. En verdad, él nunca había compartido libremente sus sentimientos. Fue entonces cuando repentinamente, antes de que su hijo mayor cumpliera diez años, su esposo le anunció: “Es que no soy feliz... Necesito alejarme para encontrarme a mí mismo”. A los pocos días empacó sus pertenencias y se fue. Esa esposa y madre se sintió devastada, pero aún conservaba la esperanza de que él regresara y nadie se enteraría. No dijo nada a nadie, pero trató de justificar la ausencia del padre ante sus dos hijos mayores. El recién nacido no lo entendería. Finalmente se llenó de temor al darse cuenta de que él nunca volvería. Fue entonces que clamó con todo su corazón: “Dios mío, ¡no puedo hacerlo sola!” En este caso de la vida real, esa tremenda crisis hizo que la mujer aceptara a Cristo como su Salvador y experimentara que el Señor le decía: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10)