Prólogo
Los dos primeros capítulos de este libro tratan temas importantes como dar y diezmar, entre otros, que también son controversiales. Nadie discute la idea de que los seguidores de Cristo deben ser dadores generosos; la controversia surge cuando intentamos ir mas allá. A veces, la discusión detallada parecer irse más hacia la ley que hacia la gracia, lo cual no es nuestro objetivo. Cuando tenemos en cuenta al Antiguo Testamento o citamos la Ley mosaica no es para resucitar una postura legalista en cuanto a dar. Más bien, es para tener un mejor entendimiento del corazón del Dios que dio la Ley. Cualquier actitud legalista al dar, frustraría nuestro deseo de agradarle. Imagina que estas cara a cara con Dios para conocer Su voluntad en cuanto a lo que debes darle. Imagina que le preguntas: "¿qué quieres de mi específicamente?" La respuesta que Él te pueda diferir de la que le daría a alguien más. Probablemente, dependería de lo que valoras, pero desde Su perspectiva, la respuesta siempre será la misma: "dame tu corazón". Dios sabe que puede tener tu obediencia sin corazón, pero eso no le agradaría. Jesús trato este tema cuando dijo cuál es el mandamiento más importante de todos: "Amaras al SENOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Esta clase de amor requiere que confiemos en Él, algo que Dios nos pide una y otra vez a lo largo de toda la Escritura. Cuando hablemos de dar y diezmar, no debemos perder de vista Su perspectiva, lo quo El valora. Nuestro objetivo es agradarlo en todo, incluyendo la forma en la que damos. tercer capítulo de este libro habla sobre La generosidad y la benevolencia, una respuesta practica a las necesidades físicas de las personas que nos rodean. Probablemente, le has dado a alguien que tenía una necesidad, pudo ser un hecho aislado o quizá implica un grado de compromiso adicional. En este punto, puede que tengas algunas preguntas como; ¿Cual es la mejor manera de ayudar? ¿Puede mi ayuda dañar más de lo que beneficia? ¿Qué pasa si la necesidad es mayor que los recursos que tengo a la mano? ¿Qué pasa si la necesidad es latente? ¿Qué sucede si la persona necesita ayuda emocional y espiritual? Muchas necesidades requieren ayuda que va más allá de lo que podemos dar. Al diseñar a la iglesia como Cuerpo de Cristo, Dios les dio a sus miembros una gran variedad de dones para que los usaran de forma coordinada, de manera que juntas puedan hacer lo que no podrá hacer una persona sola. Siempre hay personas pobres a nuestro alrededor, quienes, por varias razones, no son capaces de suplir sus propias necesidades. Para algunos, la incapacidad es a corto plazo; para otros, es para toda la vida. A pesar de la necesidad, Dios se preocupa por ellos y nos ha llamado a cuidarlos. Muchas iglesias e individuos han aceptado el llamado de Dios con seriedad y en el proceso, han descubierto grandes oportunidades de servir. Muchos de sus miembros se han sentido frustrados, incluso culpables, por las necesidades que parecen no poder suplir hasta que alguien empezó a organizar voluntarios según sus habilidades y las necesidades de las personas. Tales esfuerzos ministeriales pueden tomar diferentes formas, pero usaremos el termino genérico "Benevolencia" para identificarlos. El capítulo dos de este libro presentara una visión de lo que se puede hacer. Incluso, puede animarte a participar. Este libro te ayudara Si: Te preguntas que dice la Biblia acerca de dar y diezmar. Quieres saber cómo servir. Quieres aprender formas prácticas de ayudar personalmente a otras personas mediante actos de bondad. Quieres ayudar a tu iglesia a iniciar el ministerio de benevolencia/misericordia. No quieres perderte una de las bendiciones más grandes que Dios ofrece. Puede que tengas una necesidad económica y te sientas incapaz de dar tan generosamente como quisieras. Hay esperanza. Dios conoce tu corazón, le preocupa lo que no puedes hacer y las bendiciones que no has reclamado porque no estás dispuesto a hacerlo. Cuando decidas confiar en Dios y crecer en la confianza, tu corazón se sentirá satisfecho en Él, más que si hubieras recibido un regalo monetario. Recuerda que Dios es el dueño de todas tus posesiones. Cuando Él es quien te dirige, también te ayuda a hacer lo que te cuesta trabajo, ¡puedes lograrlo!